lunes, 25 de enero de 2010

PPD EL NUEVO ARCOIRIS

Sebastián Piñera ganó la elección presidencial con una considerable diferencia, poniendo fin a 20 años de gobiernos de la concertación. ¿Ganó la derecha? Quizás para algunos la respuesta sea obvia. A mi parecer no lo es tanto.

En esta elección perdió la concertación. Perdimos y hay que asumirlo, con todo el dolor que implica pero así fue. Múltiples fueron las causas. Algunos cuestionaron la legitimidad de origen de nuestro abanderado, otros, dieron señales equívocas sobre la conveniencia de nuestro triunfo y otros tomaron un desvío para darse un gustito enarbolando aventuras individuales de alta agresividad a nuestra opción. Pero la derrota principalmente fue por nuestros problemas. No fuimos capaces de encantar a los ciudadanos con los enormes avances logrados en estos 20 años. No hubo mística colectiva para enfrentar este nuevo desafío sino hasta una segunda vuelta donde ya parecía demasiado tarde. También debemos asumir que el exceso de celo en el ejercicio del poder muchas veces generó desgaste y frustración en nuestra relación con la ciudadanía. Gobernar es complejo, es un arte que no siempre hace compatibles las demandas con las soluciones. En algunos casos frente a demandas sociales, dimos respuestas económicamente correctas pero socialmente insuficientes. Y quizás como algunos piensan fuimos demasiado responsables a la hora de proponer modificaciones para profundizar la democracia y con ello los derechos ciudadanos y la nivelación social de nuestro país. En fin, ciertamente podremos encontrar otras variables que influyeron en nuestra derrota, debemos intentar identificarlas para corregirnos.

Así y todo, soy un convencido que la derecha no ganó. El Chile de hoy no es más de derecha que el de ayer. Por una parte, la votación del candidato aliancista no crece considerablemente respecto de Joaquín Lavín en su competencia con nuestro fundador, Ricardo Lagos, sino que fuimos nosotros los que perdimos cerca de 300.000 votos entre una elección y otra. Por otra parte, la campaña aliancista logró apropiarse de reivindicaciones propias de nuestro partido y nuestra coalición. Es decir, tenemos a un candidato de derecha que ganó gracias a su energía, capacidad, perseverancia, pero básicamente apropiándose de nuestros logros, propuestas y legados. ¿Cuándo se había visto un candidato de derecha proponiendo protección del Estado? En fin, por eso y por mucho más soy un convencido que Chile no es de derecha, que la gran mayoría de las chilenas y chilenos cree en los ideales propios del progresismo, con libertades individuales, protección social, igualdad de género, mayor justicia social, diversidad cultural, mejor calidad de servicios básicos, salud, educación. En fin, todo lo que hemos encarnado y debemos seguir defendiendo.

Hoy no es tiempo de buscar culpables ni exigir responsabilidades, ya será tiempo para ello después de un análisis exhaustivo y desapasionado. Hoy debemos ponernos de pié y mostrarle a la desesperanzada mayoría de los chilenos que comparte nuestros ideales, que estamos presentes, orgullosos y con la frente en alto por lo logrado y también con la decisión firme y clara de proyectar a nuestro partido y nuestra coalición hacia el futuro para darle a Chile un rumbo renovado por la carretera del crecimiento, la libertad, la igualdad y la justicia social.

Es en ese escenario donde debemos ser capaces de terminar con las malas prácticas que la ciudadanía sancionó y resituar al PPD como eje articulador de un renovado proyecto progresista de centro izquierda. Debemos renovar nuestra política de alianzas con la DC, PRSD y PS. Pero por sobretodo una alianza estratégica con la ciudadanía, con las organizaciones sociales, con la base vecinal que durante tantos años nos ha acompañado y apoyado.

Debemos constituir un proyecto que encarne los nuevos sueños de igualdad y justicia social. Un proyecto que incluya a la inmensa mayoría de chilenas y chilenos que hoy no se siente representada por la clase política y también a quienes participan de ella. Un proyecto que profundice la democracia interna, abra espacios de participación activa a iniciativas independientes; que recoja el sentimiento de orfandad de quienes son víctimas de los abusos de la modernidad, el Dicom y las grandes empresas. En fin, un proyecto que sepa compatibilizar los principios e ideales que nos dieron origen con los debates del Chile post bicentenario.

Debemos privilegiar el proyecto colectivo llamado Chile por sobre toda otra legítima aspiración. Es hora de pensar en el país y en nuestra gente, constituyendo una oposición firme y constructiva. Constructiva en todo aquello que beneficie a los ciudadanos y firme en la defensa de los logros alcanzados, las libertades y los derechos de los más desposeídos.

La responsabilidad de rearticularnos en torno a ideas y no sólo al poder es un enorme desafío y debemos ser capaces de reinventarnos y ubicar al PPD nuevamente como el arcoíris aglutinador de voluntades, para que el 2014 podamos decir con orgullo que recuperamos el gobierno progresista que la gran mayoría de las chilenas y chilenos quiere para este país, nuestro Chile.