miércoles, 11 de mayo de 2011

¿OBSTRUCCIONISMO O LLORIQUEO?

Cada día observo la proliferación de “expertos coyunturales en todo” dotados de una capacidad infinita para hilar frases gramaticalmente estructuradas y de alto impacto ciudadano aún cuando lo que digan carezca de todo contenido. Si además de una frase bien hilada, la expresan seria y pausadamente con una cierta mirada intelectual, entonces logran parecer hasta inteligentes ante las cámaras de tv. Lugares comunes como el clásico “lo hacemos pensando en Chile y su gente” o el manoseado “no lo he pensado pero si la gente lo pide” o esa frase eternamente postergada “daremos un salto al desarrollo” o la recientemente incorporada “debemos modificar la matriz energética” constituyen los top 5 de las frases recurrentes y vacías pero políticamente correctas.

A las frases anteriores, este gobierno ha sumado otra “la actitud obstruccionista y destructiva de la oposición”. Ya se ha hecho tradicional que la autoridad de gobierno frente a la más mínima disidencia -sea en una declaración o frente a algún proyecto de ley- tienda a obviar la divergencia planteada y concentre sus ataques en el interlocutor. Pareciera que al gobierno le da lo mismo el fondo de la diferencia planteada, prefiere quedarse con “quien lo dice” a fin de descalificarlo y denostarlo. Ejemplos hay varios: La denuncia de certificados falsos de beneficiados con subsidios de viviendas para la reconstrucción en la VIII región. A ningún funcionario de gobierno le importó la veracidad de la denuncia y los eventuales implicados; más bien se apresuraron en desacreditarla y denostar al denunciante. Otro caso fue el del joven Pakistaní acusado de terrorismo. El jefe de gabinete le imputó participación en un delito que la justicia desechó de plano. Cuando se le hizo ver, la autoridad, lejos de reconocer su error, descalificó a quienes le enrostraron su imprudencia. El caso bombas es otro ejemplo patente donde la misma autoridad hizo alarde de su eficacia de persecución (aprovechando de denostar a sus antecesores) y al poco andar la justicia le echó por tierra sus aseveraciones, atestando un nuevo sablazo a su ya alicaída credibilidad. Nuevamente se opta por descalificar a quien plantea las diferencias en vez de enfrentar con argumentos el fondo de las mismas.

Buscando las razones u orígenes de dicha actitud, especulo respecto de la eventual huella que dejó en ellos la jerárquica y rígida educación católica conservadora de su infancia o adolescencia. Quizás la competencia por sobresalir en familias numerosas o educación excesivamente competitiva pudieron dejar rastros. Tal vez acostumbrarse a poseer una posición dominante en alguna empresa de la familia o de un amigo “del papá” sin cuestionamientos de subalternos podría ser otra de las razones de esta nueva forma de relacionarse. En fin, son algunas de las razones que elucubro para tratar de explicar esa vocación de “portadores de la verdad” que pretenden algunos. Pero bueno, más allá de su desconocido origen, estamos frente a un “estilo” de persona que se cree poseedor de la verdad y que todo el que se salga de la fila debe ser duramente descalificado o tildado de antipatriota, majadero, obstruccionista u otro calificativo que con el tiempo conoceremos.

Desde mi desembarco en la oposición legislativa –que ciertamente no me ha sido fácil- he aprobado muchos proyectos enviados por este gobierno o de continuidad de la administración anterior y he contribuido de manera decisiva a la aprobación de otros tantos como el ministerio de seguridad pública; nuevo marco jurídico de los refugiados; penas sustitutivas, tribunales ambientales; neutralidad de la red; y muchos otros. Es decir, a veces incluso me he cuestionado mi condición de opositor debido a mi voluntad de aportar al mejoramiento y aprobación de buenas leyes para el país.

Pero enfrentado a la reciente batería legislativa llamada megalómanamente “agenda social” (que en realidad son sólo 2 proyectos). Nueva regulación del Post natal y eliminación del descuento del 7%; reivindico mi derecho como legislador electo por los ciudadanos a disentir en aquellas materias que creo no son adecuadas. ¿Seré obstructor?

Se dice que el proyecto del post natal de 6 meses es un tremendo avance porque extiende su plazo y amplía su cobertura. Ambas afirmaciones son correctas. El punto es a cuántas mujeres se les extiende y a qué precio. El texto actual extiende su cobertura sólo al 2,5% de los hijos nacidos en un año, dejando al resto de los niños sin derecho a estar con su madre. ¿Si el postnatal es un derecho de los niños para fortalecer el cuidado y el apego con sus madres, por qué entonces la diferencia en atención a la naturaleza del contrato o su antiguedad? Es decir el niño hijo de contratada con 2 años de antigüedad y con imposiciones posee un derecho mejorado respecto del hijo de una madre contratada a honorarios o sin antigüedad de vinculo? No me parece.

Por otra parte, el proyecto extiende el período de postnatal hasta por 6 meses a cambio de la diminución del fuero. Es decir el estado invierte recursos (menores a lo que recupera por concepto de ahorro de licencias médicas) para mantener a las madres en un postnatal mayor a cambio de que su empleador pueda despedirla en menor plazo después del ejercicio de su derecho. Francamente impresentable.

Bien he aquí algunas de las razones de mi disenso con la iniciativa. ¿Soy obstruccionista por eso? Si disentir con argumentos es ser obstruccionista, entonces orgulloso de serlo. No acepto descalificaciones por mi forma de pensar. Desafío al debate de ideas y argumentos en torno a cada proyecto. Creo que la majadería del “obstruccionismo” no es más que un lloriqueo permanente de ciertas autoridades debido a su incapacidad política. El arte de la política consiste en convencer y no en imponer, en articular y no en descalificar. En dialogar y no en aislar. La actual autoridad debe dejar de lado sus traumas de origen y asumir que gobernar requiere escuchar y acoger; que la descalificación la llevará por el mal camino del enfrentamiento y el estancamiento de su agenda. La nueva forma de gobernar debe aprender que en Chile hay diversas visiones de la sociedad y que en el parlamento confluye esa diversidad la cual debe conquistar con argumentos y no con descalificaciones. Más allá del intento por reducir el debate a la (des)calificación de obstruccionismo, seguiré actuando en conciencia con seriedad y consecuente con mis convicciones y leal a mis electores.