Probablemente debería partir esta opinión con el título anverso, “delincuencia y medios de comunicación”, ya que como señalan los periodistas “los medios sólo intentan reflejar los problemas sociales”. No lo hice en razón de que durante los últimos días los medios de comunicación han sido el centro de la noticia.
La prensa en un régimen democrático donde impera el estado de derecho tiene asegurada su facultad de informar y, por consiguiente, los ciudadanos tienen derecho a ser oportunamente informados. Nadie ha discutido ni cuestionado tales derechos y quienes intenten desviar la discusión hacia dicho tema estarán aportando a que nuestro país no dé un paso más hacia la madurez socio política que requiere.
El trabajo de los medios de comunicación puede ser muchas veces incomprendido por aquellos que se sienten afectados, pero desde el punto de vista doctrinario deben mantenerse en su rol social de informar de manera veraz a la principal fuerza política difusa: la opinión pública.
Pero la emisión de noticias no puede convertir a los medios de comunicación en meros intermediarios de los hechos y los ciudadanos. Cada medio de comunicación, entonces, intenta darle un valor agregado, diferenciarse de su competencia a fin de captar audiencias y lograr su sustentabilidad económica dentro de un mercado concentrado pero muy competitivo.
En ese proceso, cada medio, de acuerdo con sus líneas editoriales va orientando este deber de informar hacia la captura de un público altamente disputado. Algunos optan por el espectáculo como tema principal, otros por el deporte, otros por la polémica y hay quienes han hecho de su línea editorial la inseguridad.
¿Qué diferencia hay entre estas diversas líneas editoriales?
Formalmente ninguna, todas responden a la libre orientación que sus propietarios quieren otorgarle a sus medios con el fin de aumentar su audiencia. Sin embargo, una mirada más de fondo permite advertir que difieren sustancialmente.
La vida de los artistas y el mundo del espectáculo generan un rédito a quienes las difunden, muchas veces potenciando artificialmente conflictos entre programas diferentes, buscando instalar dentro de las primeras audiencias a sus respectivos medios. Legítimo, ya que finalmente se trata de un negocio que debe lucrar.
Pero cuando en la línea editorial se utiliza un tema tan sensible como la seguridad de las personas y sus familias, las consecuencias pueden ser insospechadas. Basta observar los resultados de la encuesta nacional de victimización donde al ciudadano se le consultó ¿Ud. cree que la delincuencia ha aumentado en: a) su barrio; b) su comuna o c) el país?
Las respuestas fueron invariables. Un pequeño porcentaje consideró que la delincuencia había aumentado en su entorno inmediato, su barrio. Un porcentaje mayor, en su comuna y un porcentaje aún más alto, en el país. ¿Qué nos dice esta respuesta?, que a medida que el espacio donde se desenvuelve el ciudadano diaria y cotidianamente es más lejano, su sensación de inseguridad aumenta. A contrario sensu, en su entorno inmediato, recurrente y habitual, se siente mucho más seguro que en un espacio lejano y difuso.
¿Qué ocurre entonces? Sucede que la prominente difusión en los medios de comunicación de hechos delictivos está creando una sensación de inseguridad en los entornos lejanos y, lo que es peor, también en los cercanos, potenciando el encierro, rejas, alarmas y hasta la autodefensa, soluciones lucrativas para algunos pero inútiles para la gran mayoría.
A este respecto, me permitiré recoger una vivencia en la comuna de Lago Ranco, X Región, donde en el marco de una reunión con carabineros y la comunidad, una vecina sostuvo que vivía con miedo. Al señalarle el oficial de carabineros que en la comuna los últimos 6 meses se habían registrado sólo 2 delitos (hurto de animales), ésta señaló que la noche anterior un canal de televisión había transmitido durante 2 horas un programa especial que daba cuenta del comercio ilegal en el centro de santiago (“La tía Chela”). Al observar tal temor le manifesté que nos encontrábamos a mas de 500 kilómetro de distancia del centro de Santiago, que la “Tía chela” había sido detenida y que como habitante de Lago Ranco, disfrutara el hecho de ser residente de una de las comunas objetivamente más seguras del país.
Según el censo del año 2002, la gran mayoría de nuestra población posee televisores, los que se encuentran en un lugar de reunión familiar o la habitación. Si dichos medios transmiten un promedio de 25 minutos diarios de delitos, o de un total de 72 notas de prensa en un día, el 50% de ellas están relacionadas con la delincuencia, resulta absolutamente lógico que al igual que la vecina de Lago Ranco, muchos ciudadanos se sientan atemorizados ante el aparente incremento de los hechos ilícitos. ¿Cuál será entonces la responsabilidad social de los medios de comunicación? ¿Está supeditada a la obtención del rating? ¿Es la competencia económica más fuerte que los principios inspiradores de la comunicación o existe un tinte ideológico o electoral?
¿Será acaso necesario no informar de los delitos? La respuesta es categórica: NO. Lo que correspondería es que junto con dar a conocer la ocurrencia delitos, se realizaran notas relativas a la prevención y solución de los mismos, programas de inserción social, participación comunitaria preventiva, detenciones, condenas, testimonios de los cientos de ciudadanos que se han visto beneficiados con el nuevo sistema procesal. En fin, plantear el problema en su más amplia dimensión, poniendo el punto medio entre la prevención, el delito y sus soluciones, ya que sólo así se podrá dar fiel cumplimiento al rol de los medios en cuanto a informar y no deformar o magnificar una realidad objetiva. Estudios realizados por organismos independientes, nacionales e internacionales, dan cuenta de una estabilización en la tasa de denuncias de los delitos de mayor connotación social cuando el fenómeno es abordado como política país, con la participación de todos los sectores de la sociedad, incluyendo los medios de comunicación. Esto, sin duda aportará a que los ciudadanos puedan sentirse más tranquilos y conocer lo que, tanto parlamentarios, alcaldes, consejeros regionales de todos los sectores políticos, las iglesias, el Gobierno y las policías, estamos realizando para aumentar los niveles de seguridad de nuestro país.
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