Hemos visto las peores imágenes en mucho tiempo. Departamentos saqueados, locales comerciales y oficinas calcinadas, autos quemados, propiedad pública destruida, enfrentamientos entre carabineros y manifestantes. Violencia excesiva, carabineros heridos, un joven muerto y un ambiente generalizado de polarización y temor.
Chile no puede seguir así. Nuestra convivencia pacífica no puede ser cuestionada por las legítimas diferencias o reivindicaciones. La violencia no puede tener cabida en nuestra sociedad democrática. Observo un gobierno que en lo general parece no tener la sensibilidad suficiente para comprender el fenómeno social que se ha expresado en las calles durante los últimos meses. Fue Punta Choros, luego Hidroaysén, la educación y un choreamiento generalizado por los abusos del mercado y la sordera política.
Millones de ciudadanos sin adscripción política uniforme han salido a las calles a manifestar su descontento con decisiones u omisiones. Frente a esta demanda social el gobierno se limita a dar respuestas técnicas. El idioma es distinto. Al conversar con algunas autoridades de gobierno me he podido dar cuenta de que no es que sean malas personas sino que sencillamente no comprenden (o no están dispuestos a comprender por el costo que aparejaría) que estamos frente a un movimiento social generalizado que busca modificar bases estructurales de nuestra convivencia, donde se termine con los abusos del mercado; la educación sea de verdad una forma de promoción social sin necesidad de hipotecar la vida para financiarla; y la política sea legítimamente representativa sin estas coerciones de entrada que aún posee el sistema para inhibir la participación mayoritaria de los ciudadanos en la actividad pública.
En lo particular del control de la seguridad y el orden público, la autoridad está pagando su pecado original. La arrogancia. Fueron Hinzpeter y Ubilla los que al día siguiente de la conmemoración del día del joven combatiente se ufanaron con gran despliegue comunicacional para señalar que había “cambiado la mano”. Que ahora si que había seguridad y que los vándalos no aparecerían con este gobierno porque aquí había “conducción y seguridad”. ¿Qué explicación tienen hoy esas autoridades? La situación ha sido grave y vergonzosa. Esto está instalado, incluso entre sus votantes. El nivel de violencia, desmanes y daños revela que el gobierno fue sobrepasado y que efectivamente algo cambió. Lo que antes se circunscribía a 2 o 3 fechas en el año, el 2011 lo hemos sufrido durante los últimos 2 meses. Ya se ha tornado común amanecer entre imágenes de barricadas, piedrazos y enfrentamientos. Recuerdo nítidamente que cada vez que había un asalto o incidentes aparecían en televisión y en los diarios impresos Juan Antonio Coloma, Carlos Larraín y Alberto Espina acusando que “el gobierno había perdido la batalla contra los delincuentes” o que “el gobierno era incapaz de controlar al lumpen”. ¿Dónde están hoy aquellos que enarbolaban banderas de control en medio de esta situación de abierto descontrol? Brillan por su ausencia e intentan justificar lo injustificable.
¿Será incapacidad, falta de visión o un acto deliberado de la autoridad destinado a deslegitimar las manifestaciones a través de las imágenes de violencia? Quizás están esperando que en las próximas encuestas caiga la adhesión a los movimientos ciudadanos y así mantener el sistema sin las modificaciones estructurales que pueden dar cuenta o resolver las demandas ciudadanas expresadas pacíficamente en la calle. Al decir de Tony Judt… Algo va mal.
Fuera del tema político o de encuestas, o de que esté la derecha ahora gobernando, hay un descontento generalizado de la clase social media y baja con respecto a la política en general. Es sabido que gran parte de las campañas políticas se financia gracias a aquellos que tienen el poder económico y que, cuando una mano lava a la otra, se pierde de vista el fin último de la democracia y los representantes desaprovechan el gran regalo que les dio el pueblo.
ResponderEliminarHay muchos temas por legislar o por cambiar; temas que no son nuevos, pero que en ningún gobierno han tenido avances, por ejemplo, la tasa de interés máxima. Mágicamente, los estudiantes abrieron una puerta y aquellos que nos habíamos sentido sin voz ni voto, nos adherimos y buscamos subsanar los abusos de los cuales hemos sido objeto durante años. La violencia y el lumpen, sólo es una manifestación más de aquellos que se sienten más excluidos; una forma primitiva de decir "ojo por ojo, diente por diente"; pero a mi juicio esto es solo la obra maestra de nuestra atemotrizante distribución de ingreso y de la mala calidad de educación.