Los candidatos de la Alianza discuten sobre delincuencia. Bienvenido el debate en un tema prioritario para la población. Sin embargo, los ofertones, las formulas mágicas y la sobre simplificación del fenómeno, le hace daño al objetivo nacional de mayor seguridad.
La discusión pública se centra sólo en el funcionamiento del sistema represivo. Piñera acusa que los delincuentes no están en la cárcel por la mano blanda de los jueces, mientras Lavín dice otro tanto del Gobierno. Veamos como ha estado la mano: Chile tiene hoy 38 mil presos, casi el doble de encarcelados que hace diez años. Esto es. más del doble de presos por habitante de los que tiene Inglaterra y más de dos y media veces los que encarcelan Argentina o Francia. Se reclama también la proporción de delitos que quedan impunes. En esta materia, la comparación con el pasado nos muestra que también nos hemos ido poniendo más severos y eficaces y las comparaciones internacionales tampoco nos exhiben como blandos. En perseguir y sancionar al delincuente somos más severos que antes y más que otros países
Lo realmente novedoso es que, por primera vez, la reforma procesal penal, transparenta lo que hacemos. Juicios y cifras están a la vista, un periodismo más activo hace seguimiento de los casos y la celeridad del proceso penal permite saber de resultados antes que olvidemos el delito. Se descubren casos en que los criterios de los jueces pugnan con la percepción socialmente dominante de lo justo. No son la mayoría. Se ha abierto un debate al que no estábamos acostumbrados y en el que los Tribunales, por cumplir una función pública, están y seguirán sometidos al escrutinio y crítica ciudadana. Por supuesto hay cosas que corregir. La sanción de los delitos menores no funciona bien en la reforma. Ello se detectó hace más de dos años y la respuesta se debate hace un año y diez meses en el Congreso. De haberse aprobado antes estos cambios, nos habríamos ahorrado muchas de las denuncias críticas respecto de los robos en Santiago.
La magnitud de la delincuencia de aquí al 2010 no dependerá sólo de cuan dura esté la mano. Encarcelar no es suficiente para disminuir el delito. Inglaterra tiene menos de un séptimo de los presos que Estados Unidos, y aún así, la mitad de los robos con violencia que en éste, un tercio de los hurtos y menos de un quinto de los homicidios. Chile tiene más del doble de presos por habitante que Argentina y más delitos contra la propiedad. No cometamos el error, ni aún en período de campañas, de querer enfrentar un fenómeno multicausal y complejo de manera unidimensional y simplificada, pues corremos el riesgo de inscribirnos en el récord Guiness como el país con más presos por habitante, sin haber logrado bajar ni las tasas de delincuencia, ni los índices de temor
La delincuencia depende tanto del control penal como del número de hijos no deseados, de la educación preescolar, de la deserción escolar, del nivel del consumo de drogas, del modo en que construimos ciudad, de la desigualdad social o del modo en que nos representamos el éxito. Si bien la política criminal no puede determinar las de control de natalidad, educación, vivienda o cultura, existen algunas políticas que resultan decisivas para el futuro de la delincuencia en Chile. Particular atención merecen aquellas destinadas a disminuir el consumo de drogas, las que enfrentan la violencia contra mujeres y niños, las de retención escolar de niños en riesgo, las de convivencia escolar, las de integración social que refuerzan comunidades fuertes en barrios y poblaciones, las que procuran recuperar espacios públicos para la recreación y el deporte, las de capacitación e inserción laboral de jóvenes y las que determinan el modo en que los Carabineros patrullan las ciudades.
En todas estas políticas, el país tiene experiencia y reflexión acumuladas. ¿cómo va a tratar el SENAME de aquí al 2010 a los niños de la calle para que no ingresen a carreras delictuales? Hoy, que sabemos la íntima relación entre la dependencia de las drogas y la comisión de delitos, ¿Cuánto gastaremos en los próximos 4 años en el CONACE? ¿Qué cambios haremos al “Comuna Segura” para fortalecer más y mejor la integración social, propender a comunidades fuertes y recuperar espacios públicos? ¿Cómo lo hacemos mejor al intervenir en las poblaciones dónde se han formado un número no despreciable de los delincuentes que ya mayores apresamos? ¿A qué lugares extenderemos el Plan Cuadrante y como lo perfeccionaremos?
En el rápido devenir de las imágenes resulta más fácil y popular informar o condenar el último hecho de sangre que hablar de cualquiera de estas políticas, pero no olvidemos que el poder de un futuro Gobierno para incidir en la seguridad de los chilenos radicará en la orientación que decida darles.
En materia de delincuencia, al igual como en el desempleo, la competitividad país o la superación de la indigencia no hay ni formulas mágicas, ni atajos rápidos. No nos quedará otra que trabajar con planes inteligentes, enorme coordinación, responsabilidades acotadas y evaluaciones públicas y rigurosas. Ojalá la campaña no nos haga olvidar esto.
La discusión pública se centra sólo en el funcionamiento del sistema represivo. Piñera acusa que los delincuentes no están en la cárcel por la mano blanda de los jueces, mientras Lavín dice otro tanto del Gobierno. Veamos como ha estado la mano: Chile tiene hoy 38 mil presos, casi el doble de encarcelados que hace diez años. Esto es. más del doble de presos por habitante de los que tiene Inglaterra y más de dos y media veces los que encarcelan Argentina o Francia. Se reclama también la proporción de delitos que quedan impunes. En esta materia, la comparación con el pasado nos muestra que también nos hemos ido poniendo más severos y eficaces y las comparaciones internacionales tampoco nos exhiben como blandos. En perseguir y sancionar al delincuente somos más severos que antes y más que otros países
Lo realmente novedoso es que, por primera vez, la reforma procesal penal, transparenta lo que hacemos. Juicios y cifras están a la vista, un periodismo más activo hace seguimiento de los casos y la celeridad del proceso penal permite saber de resultados antes que olvidemos el delito. Se descubren casos en que los criterios de los jueces pugnan con la percepción socialmente dominante de lo justo. No son la mayoría. Se ha abierto un debate al que no estábamos acostumbrados y en el que los Tribunales, por cumplir una función pública, están y seguirán sometidos al escrutinio y crítica ciudadana. Por supuesto hay cosas que corregir. La sanción de los delitos menores no funciona bien en la reforma. Ello se detectó hace más de dos años y la respuesta se debate hace un año y diez meses en el Congreso. De haberse aprobado antes estos cambios, nos habríamos ahorrado muchas de las denuncias críticas respecto de los robos en Santiago.
La magnitud de la delincuencia de aquí al 2010 no dependerá sólo de cuan dura esté la mano. Encarcelar no es suficiente para disminuir el delito. Inglaterra tiene menos de un séptimo de los presos que Estados Unidos, y aún así, la mitad de los robos con violencia que en éste, un tercio de los hurtos y menos de un quinto de los homicidios. Chile tiene más del doble de presos por habitante que Argentina y más delitos contra la propiedad. No cometamos el error, ni aún en período de campañas, de querer enfrentar un fenómeno multicausal y complejo de manera unidimensional y simplificada, pues corremos el riesgo de inscribirnos en el récord Guiness como el país con más presos por habitante, sin haber logrado bajar ni las tasas de delincuencia, ni los índices de temor
La delincuencia depende tanto del control penal como del número de hijos no deseados, de la educación preescolar, de la deserción escolar, del nivel del consumo de drogas, del modo en que construimos ciudad, de la desigualdad social o del modo en que nos representamos el éxito. Si bien la política criminal no puede determinar las de control de natalidad, educación, vivienda o cultura, existen algunas políticas que resultan decisivas para el futuro de la delincuencia en Chile. Particular atención merecen aquellas destinadas a disminuir el consumo de drogas, las que enfrentan la violencia contra mujeres y niños, las de retención escolar de niños en riesgo, las de convivencia escolar, las de integración social que refuerzan comunidades fuertes en barrios y poblaciones, las que procuran recuperar espacios públicos para la recreación y el deporte, las de capacitación e inserción laboral de jóvenes y las que determinan el modo en que los Carabineros patrullan las ciudades.
En todas estas políticas, el país tiene experiencia y reflexión acumuladas. ¿cómo va a tratar el SENAME de aquí al 2010 a los niños de la calle para que no ingresen a carreras delictuales? Hoy, que sabemos la íntima relación entre la dependencia de las drogas y la comisión de delitos, ¿Cuánto gastaremos en los próximos 4 años en el CONACE? ¿Qué cambios haremos al “Comuna Segura” para fortalecer más y mejor la integración social, propender a comunidades fuertes y recuperar espacios públicos? ¿Cómo lo hacemos mejor al intervenir en las poblaciones dónde se han formado un número no despreciable de los delincuentes que ya mayores apresamos? ¿A qué lugares extenderemos el Plan Cuadrante y como lo perfeccionaremos?
En el rápido devenir de las imágenes resulta más fácil y popular informar o condenar el último hecho de sangre que hablar de cualquiera de estas políticas, pero no olvidemos que el poder de un futuro Gobierno para incidir en la seguridad de los chilenos radicará en la orientación que decida darles.
En materia de delincuencia, al igual como en el desempleo, la competitividad país o la superación de la indigencia no hay ni formulas mágicas, ni atajos rápidos. No nos quedará otra que trabajar con planes inteligentes, enorme coordinación, responsabilidades acotadas y evaluaciones públicas y rigurosas. Ojalá la campaña no nos haga olvidar esto.
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