martes, 28 de julio de 2009

CALIDAD DEL DEBATE Y LA POLÍTICA

Es cierto, estamos en campaña presidencial. O quizás en la más reñida de las contiendas electorales de los últimos años. No porque la alianza tenga un gran candidato, sino por una dispersión y desgaste de la coalición gobernante y el surgimiento del “delirio de autopercepción desmesurada” que permite que gente talentosa crea que tiene capacidades superiores para gobernar Chile y considera su desempeño muy superior a lo que los ciudadanos realmente consideran, basados en imágenes y saludos condescendientes de compatriotas que gustan de saludar más que a quien lo ha hecho bien, a quien “sale en la tele”.

En cualquier caso, el mapa se ha tornado confuso y a ratos delirante, pero por sobretodo básico, muy básico. A la fecha poco se ha escuchado de propuestas para enfrentar el desafío de gobernar Chile con miras al post bicentenario. El Chile de hoy y de mañana es distinto que el de ayer. Chile cambió y quien quiera gobernar debe comprenderlo y asumirlo.

Escasas han sido las oportunidades donde los postulantes han dado sus visiones, programas o propuestas sobre temas estratégicos. Seguridad pública y violencia urbana, inclusión social, desarrollo de ciudades, descentralización y desconcentración del Estado. Reformas al estado para adecuarlo a las necesidades de la sociedad actual y de futuro, haciéndolo capaz de enfrentar con eficacia y eficiencia los desafíos que la sociedad 2.0 demanda del ente regulador (y protector). Democracia directa con mayor decisión ciudadana sobre temas locales o delegación de poder a autoridades municipales. Política energética basada en miramientos técnicos, medioambientales, geopolíticos y estratégicos para el desarrollo y la seguridad nacional y no en meros ideologismos, modas o cálculos electorales. Integración en la comunidad internacional privilegiando a la región como mecanismo de integración económica, política y estratégica o alianzas con países desarrollados o irrupción en nuevos mercados. Política macroeconómica, contracíclica o disminución del gasto público. Medidas de protección o medidas de impulso del crecimiento. Crecimiento como único factor del desarrollo o acompañado de redistribución. Mayor regulación de mercados como forma de evitar desastres sociales y ambientales como la industria salmonera o liberalización de mercados para propender al desarrollo. Políticas sociales con un estado ejecutor o meramente normativo y subsidiario. Flexibilidad laboral o protección de fuentes laborales. Sindicalización laboral o división de empresas para evitarla. Impulso a la innovación con consorcios público-privados o subsidios públicos a universidades y empresas. Educación con calidad fiscalizada centralmente o autonomía educativa en sector privado. Más subsidios a educación privada o redireccionamiento de esos recursos a liceos públicos. Universidades privadas con sociedades inmobiliarias y prestadoras de servicios relacionadas y con subsidios públicos o regulación de ganancias y lucro. Reforma tributaria para financiar con mayor celeridad la disminución de brecha social y desarrollo de infraestructura para la competitividad e innovación o simple redistribución de recursos fiscales.

En fin, son múltiples los temas que los ciudadanos quieren saber respecto de los postulantes a la presidencia de la república. Todos los compatriotas están conscientes de que independiente de quien gane la elección presidencial, han de seguir trabajando duramente para salir adelante. De igual forma saben que no será el gobierno el que los alimente a diario, el que forme a sus hijos ni el que le resuelva todos sus problemas. El tema entonces es que en Diciembre debemos ser capaces de decidir sobre las opciones y definiciones que cada candidato tenga sobre estos y otros temas y, así como va el debate sólo podremos optar entre las trasnochadas alianzas electorales en función de la descalificación recíproca, los proyectos individuales basados en cuñas televisivas y la cantidad de artistas que logren atraer a sus comandos lo que ciertamente no hablará muy bien de una clase política que debe ser capaz de proyectar a Chile más allá del bicentenario de la república.

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