lunes, 10 de octubre de 2005
MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y DELINCUENCIA
jueves, 6 de octubre de 2005
LAS MEDIDAS DE LAVÍN
miércoles, 28 de septiembre de 2005
DELINCUENCIA Y CAMPAÑAS
La discusión pública se centra sólo en el funcionamiento del sistema represivo. Piñera acusa que los delincuentes no están en la cárcel por la mano blanda de los jueces, mientras Lavín dice otro tanto del Gobierno. Veamos como ha estado la mano: Chile tiene hoy 38 mil presos, casi el doble de encarcelados que hace diez años. Esto es. más del doble de presos por habitante de los que tiene Inglaterra y más de dos y media veces los que encarcelan Argentina o Francia. Se reclama también la proporción de delitos que quedan impunes. En esta materia, la comparación con el pasado nos muestra que también nos hemos ido poniendo más severos y eficaces y las comparaciones internacionales tampoco nos exhiben como blandos. En perseguir y sancionar al delincuente somos más severos que antes y más que otros países
Lo realmente novedoso es que, por primera vez, la reforma procesal penal, transparenta lo que hacemos. Juicios y cifras están a la vista, un periodismo más activo hace seguimiento de los casos y la celeridad del proceso penal permite saber de resultados antes que olvidemos el delito. Se descubren casos en que los criterios de los jueces pugnan con la percepción socialmente dominante de lo justo. No son la mayoría. Se ha abierto un debate al que no estábamos acostumbrados y en el que los Tribunales, por cumplir una función pública, están y seguirán sometidos al escrutinio y crítica ciudadana. Por supuesto hay cosas que corregir. La sanción de los delitos menores no funciona bien en la reforma. Ello se detectó hace más de dos años y la respuesta se debate hace un año y diez meses en el Congreso. De haberse aprobado antes estos cambios, nos habríamos ahorrado muchas de las denuncias críticas respecto de los robos en Santiago.
La magnitud de la delincuencia de aquí al 2010 no dependerá sólo de cuan dura esté la mano. Encarcelar no es suficiente para disminuir el delito. Inglaterra tiene menos de un séptimo de los presos que Estados Unidos, y aún así, la mitad de los robos con violencia que en éste, un tercio de los hurtos y menos de un quinto de los homicidios. Chile tiene más del doble de presos por habitante que Argentina y más delitos contra la propiedad. No cometamos el error, ni aún en período de campañas, de querer enfrentar un fenómeno multicausal y complejo de manera unidimensional y simplificada, pues corremos el riesgo de inscribirnos en el récord Guiness como el país con más presos por habitante, sin haber logrado bajar ni las tasas de delincuencia, ni los índices de temor
La delincuencia depende tanto del control penal como del número de hijos no deseados, de la educación preescolar, de la deserción escolar, del nivel del consumo de drogas, del modo en que construimos ciudad, de la desigualdad social o del modo en que nos representamos el éxito. Si bien la política criminal no puede determinar las de control de natalidad, educación, vivienda o cultura, existen algunas políticas que resultan decisivas para el futuro de la delincuencia en Chile. Particular atención merecen aquellas destinadas a disminuir el consumo de drogas, las que enfrentan la violencia contra mujeres y niños, las de retención escolar de niños en riesgo, las de convivencia escolar, las de integración social que refuerzan comunidades fuertes en barrios y poblaciones, las que procuran recuperar espacios públicos para la recreación y el deporte, las de capacitación e inserción laboral de jóvenes y las que determinan el modo en que los Carabineros patrullan las ciudades.
En todas estas políticas, el país tiene experiencia y reflexión acumuladas. ¿cómo va a tratar el SENAME de aquí al 2010 a los niños de la calle para que no ingresen a carreras delictuales? Hoy, que sabemos la íntima relación entre la dependencia de las drogas y la comisión de delitos, ¿Cuánto gastaremos en los próximos 4 años en el CONACE? ¿Qué cambios haremos al “Comuna Segura” para fortalecer más y mejor la integración social, propender a comunidades fuertes y recuperar espacios públicos? ¿Cómo lo hacemos mejor al intervenir en las poblaciones dónde se han formado un número no despreciable de los delincuentes que ya mayores apresamos? ¿A qué lugares extenderemos el Plan Cuadrante y como lo perfeccionaremos?
En el rápido devenir de las imágenes resulta más fácil y popular informar o condenar el último hecho de sangre que hablar de cualquiera de estas políticas, pero no olvidemos que el poder de un futuro Gobierno para incidir en la seguridad de los chilenos radicará en la orientación que decida darles.
En materia de delincuencia, al igual como en el desempleo, la competitividad país o la superación de la indigencia no hay ni formulas mágicas, ni atajos rápidos. No nos quedará otra que trabajar con planes inteligentes, enorme coordinación, responsabilidades acotadas y evaluaciones públicas y rigurosas. Ojalá la campaña no nos haga olvidar esto.
jueves, 22 de septiembre de 2005
POR QUÉ NO A LAS POLICÍAS MUNICIPALES
sábado, 17 de septiembre de 2005
PROGRESISMO Y SEGURIDAD PÚBLICA
jueves, 15 de septiembre de 2005
SEGURIDAD PÚBLICA E INSERCIÓN SOCIAL
sábado, 10 de septiembre de 2005
CONSTRUCCIÓN DE CIUDADES SEGURAS
lunes, 29 de agosto de 2005
EL FUTURO DEL INDULTO
No le corresponde al Gobierno entrar en una discusión de lo que debe o no hacerse con el indulto en un próximo gobierno. Espero se me disculpe de consignar un par de opiniones personales.
Desde un punto de vista fáctico, Chile le debe mucho al indulto. Sólo un ejemplo de hace 14 años: muchos de quienes cometieron delitos por motivos políticos mientras Pinochet ejercía el poder continuarían presos de no ser por el indulto que les concedió el Presidente Aylwin. Sólo así se puso fin a una situación injusta e innecesaria; se solucionó un problema que habría amenazado la paz social y permitió al país presentarse en la comunidad internacional a establecer relaciones políticas y comerciales.
El indulto permite introducir criterios de equidad, de política criminal o de política general con posterioridad a las decisiones de los jueces que deben seguir con fidelidad los mandatos de una ley que, por su generalidad o por el momento que se dictó, no pudo contemplarlos. Las penas no constituyen fines en si mismo, ni su extensión queda determinada por principios indiscutibles. Las penas son instrumentos de la justicia, sirven particularmente para reafirmar que la sociedad valora aquello que el delito quebranta, y repudia el acto delictivo, defendiéndose del riesgo de que el mismo delincuente u otros puedan en el futuro atentar en contra de aquello que se valora.
Mucho podrá discutirse, y sin duda el debate será siempre legitimo, si es que los peligros que ayer nos acechaban están suficientemente alejados como para justificar la reducción de penas a quienes ejercieron la violencia por motivación política o a quienes violaron los derechos humanos desde el Estado. En cambio, atribuirle al indulto de Contreras Donaire, los calificativos de impunidad es simplemente falaz. El crimen de Tucapel Jiménez fue investigado y sancionado (la cuantía de las penas será siempre discutible) y quien ha sido objeto del indulto es un suboficial que no planificó el delito. El indultado no ha quedado impune, estuvo cinco años y medio preso y ahora se le permite cumplir los tres años que le faltaban con medidas que no lo privan de libertad.
No desconozco que así como el indulto puede cumplir fines nobles y socialmente convenientes, puede también prestarse a abusos. Siempre lo estará una institución que, por definición, hace diferencias en la igualdad de la ley (aunque no necesariamente discrimina arbitrariamente). Lo que resulta inconsistente para el futuro del indulto, es que éste sea, por ley, un acto enteramente reservado, cuyos fundamentos no pueden siquiera darse a conocer. En una sociedad transparente, toda decisión pública exige de argumentos en el debate ciudadano. Lo anacrónico no es que exista el indulto, institución que si bien viene de las monarquías, no es la única de aquella época que logra adaptarse a las características republicanas y democráticas. Lo anacrónico es la reserva, no el perdón.